INTRODUCCIÓN
Con este apartado queremos destacar la importancia que tiene los cuentos durante la etapa infantil, así como diversas y múltiples ventajas como por ejemplo la transmisión de valores. A continuación se presentan una serie de cuentos clasificados en cuantos clásicos y cuentos actuales.Con ellos pretendemos volver a nuestros recuerdos de infancia con los cuentos de toda la vida, como son por ejemplo la ratita presumida o blancanieves, y por otro lado queremos que nuestros niños/as conozcan cuentos nuevos, cuentos de hoy en día que transmiten valores a la vez que amplían la gama de cuentos para los mas pequeños.
Cuentos
La
Cenicienta
Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.
Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.
- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.
Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.
- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina.
- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.
- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.
La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven.
En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce.
- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-.
Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado.
Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.
Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto.
Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices.
FIN
Blancanivesy los
Siete enanitos
En un país muy lejano vivía una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa.
La madrastra preguntaba a su espejo mágico y éste respondía:
- Tú eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.
Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico:
- ¿Quién es la más bella?
Pero esta vez el espejo contestó:
- La más bella es Blancanieves.
Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador:
- Llévate a Blancanieves al bosque, mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón.
Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.
Entró sin dudarlo. Los muebles eran pequeñísimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.
Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves.
Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó, se quedó a vivir con ellos y todos estaban felices.
Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo:
- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.
Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.
Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.
En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.
Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.
FIN
La ratita presumida
Érase una vez, una ratita que era muy
presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el
suelo vio algo que brillaba... era una moneda de oro.
La ratita la recogió del suelo y se
puso a pensar qué se compraría con la moneda. "Ya sé me compraré
caramelos... ¡uy, no, que me dolerán los dientes!. Pues me compraré pasteles...
¡uy no que me dolerá la barriguita!. Ya lo sé me compraré un lacito de color
rojo para mi rabito."
La ratita se guardó su moneda en el
bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un
trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita. Al día siguiente
cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al
balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice: "Ratita, ratita
tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le
respondió: "No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?"
Y el gallo le dice:
"quiquiriquí". "Ay no, contigo no me casaré que no me gusta el
ruido que haces". Se fue el gallo y apareció un perro. "Ratita,
ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le
dijo: "No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?".
"Guau, guau". "Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me
asusta". Se fue el perro y apareció un cerdo. "Ratita, ratita tú que
eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le dijo:
"No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué ruido haces?". "Oink,
oink". "Ay no, contigo no me casaré que ese ruido es muy ordinario".
El cerdo desaparece por donde vino
y llega un gato blanco.Y le dice a la ratita: "Ratita, ratita tú que eres
tan bonita ¿te quieres casar conmigo?".
Y la ratita le dijo: "No sé,
no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches?". Y el gatito con voz suave y
dulce le dice: "Miau, miau". "Ay sí contigo me casaré que tu voz
es muy dulce." Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de
dulce voz.
Los dos juntos fueron felices y
comieron perdices y colorín colorado este cuento se ha acabado.
FIN
La bella
Y
La bestia
Erase una vez un mercader que antes de irse para un
largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían
que les trajera a cada una como regalo.
La primera pidió un vestido de brocado, la segunda
un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le
dijo a su padre: "Me bastará una rosa cortada con tus manos."
El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando
una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo
avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso
vio brillar una luz en medio del bosque.
A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que
estaba llegando a un castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme
hospitalidad", dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta
estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo.
Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa
iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la
cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a la mesa;
con el hambre que tenía consumió en
breve tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso
superior. A uno y otro lado de un pasillo largísimo, asomaban salones y
habitaciones maravillosos.
En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente
una lumbre y había una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el
mercader se dejó tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente.
Al despertar por la mañana, una mano desconocida
había depositado a su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y
fruta.
El mercader desayunó y, después de asearse un poco, bajó para darle las gracias
a quien generosamente lo había hospedado. Pero al igual que la noche anterior,
no encontró a nadie y, agitando la cabeza ante tan extraña situación, se
dirigió al jardín en busca de su caballo que había dejado atado a un árbol,
cuando un hermoso rosal atrajo su atención. Se acordó entonces de la promesa
hecha a Bella, e inclinándose cortó una rosa.
Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareció
una bestia horrenda que iba vestida con un bellísimo atuendo; con voz profunda
y terrible le amenazó: " ¡Desagradecido! Te he dado hospitalidad, has
comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de agradecimiento, ¿vas y
robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de consideración!"
El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera: ¡Perdóname! ¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!"
El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera: ¡Perdóname! ¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!"
La bestia retiró su garra del desventurado. “Te
dejaré marchar con la condición de que me traigas a tu hija." El mercader,
asustado, prometió obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a
casa llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles
contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo: " Padre
mío, haré cualquier cosa por ti. No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida! ¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!"
El padre abrazó a su hija:
"Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después..."
De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos repulsión.
Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación.
Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la vida de su padre.
"¡No puedo aceptar!" empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa, "Si tanto lo deseas..."
"Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa."
La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo:
"De esta manera tu soledad no será tan penosa".
Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico.
"¿Qué sucede?" quiso saber el monstruo.
"¡ Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh!
Desearía tanto poderlo ver por última vez!"
"¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo!" gritó fuera de sí la Bestia, y se fue.
Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella:
"Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre."
"¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota." le agradeció Bella feliz.
El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la cama curado.
Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola: "¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!"
Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente.
"¡Corre, corre caballito!" decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo.
Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta.
Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo:
"No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!"
Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven.
"¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal."
Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí porqué todavía hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa".
FIN
El padre abrazó a su hija:
"Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después..."
De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos repulsión.
Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación.
Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la vida de su padre.
"¡No puedo aceptar!" empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa, "Si tanto lo deseas..."
"Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa."
La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo:
"De esta manera tu soledad no será tan penosa".
Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico.
"¿Qué sucede?" quiso saber el monstruo.
"¡ Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh!
Desearía tanto poderlo ver por última vez!"
"¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo!" gritó fuera de sí la Bestia, y se fue.
Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella:
"Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre."
"¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota." le agradeció Bella feliz.
El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la cama curado.
Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola: "¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!"
Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente.
"¡Corre, corre caballito!" decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo.
Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta.
Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo:
"No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!"
Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven.
"¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal."
Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí porqué todavía hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa".
FIN
La bella durmiente
Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña. Para la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.
Aunque no haya sido invitada, el hada maligna se presentó al castillo y, al pasar delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: " Al cumplir los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás". Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha permanecerá dormida durante cien años y sólo el beso de un buen príncipe la despertará."
Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha muy hermosa. El rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos del castillo con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse. Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar
desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba hilando. La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala había previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo.
Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el maleficio y la princesa fue tendida en una cama llena de flores. Pero el hada buena no se daba por vencida. Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos del reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría todos a su alrededor. Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron. En el castillo todo había enmudecido. Nada se movía, ni el fuego ni el aire. Todos dormidos. Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso bosque que
fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo. Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló
mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.
El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa. Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio algo... Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos. Luego se tranquilizó al comprobar que sólo estaban dormidos. "¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero fue en vano.
Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano. Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se despertó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño. Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: ¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto.
La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido. Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca.
Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda.
FIN
Pinocho
Hace mucho tiempo un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pincho.
-¡Qué bien me ha quedado! -exclamó-. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad. Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio recursos al muñeco.
-¡Hola, padre! -saludó Pinocho.
-¡Eh! ¿Quién habla? -gritó Gepeto mirando a todas partes.
-Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?
-¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!
Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera, tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros.
Salió Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:
-Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto.
De camino pasó por la plaza del pueblo y oyó:
-¡Entren señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres!
Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.
-¡Bravo, bravo! -gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.
-¿Quieres formar parte de nuestro teatro? -le dijo el dueño del teatro al acabar la función.
-No, porque tengo que ir al colegio.
-Pues entonces, toma esta monedas por lo bien que has bailado -le dijo un señor.
Pinocho siguío muy contento hacia el cole [el colegio] cuando de pronto:
-¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan de prisa, jovencito? -dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino.
-Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.
-¡Oy, vamos! -exclamó el zorro que iba con el gato-. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más?
-Sí, pero, ¿cómo? -contestó Pinocho.
-Es fácil -dijo el gato-. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.
-Y ¿dónde está ese campo?
-Nosotros te llevaremos -dijo el zorro.
Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaraon las monedas y le ataron a un árbol. Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.
-¿Dónde perdiste las monedas?
-Al cruzar el río -dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.
Se dio cuenta de que había mentido y al ver su nariz se puso a llorar.
-Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir -dijo el Hada Azul.
Así Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó.
-Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?
-¡Venga, vamos!
Entonces, apreació el Hada Azul.
-¿No me prometiste ir al colegio? -preguntó.
-Sí -mintió Pinocho-, ya he estado allí.
Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena.
-Iré a salvarle! -exclamó Pinocho.
Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto que le abrazó muy fuerte.
-Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.
Así lo hicieron y salieron nadando muy de prisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente apareció el Hada Azul que convertió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.
FIN
Bambi
Había llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos despertaban del largo invierno y esperaban todos un feliz acontecimiento.
- ¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido! -anunciaba Tambor el conejito, mientras corría de un lado a otro.
Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá puso el nombre de Bambi.
El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y delgadas le hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie.
Tambor se convirtió en un maestro
para el pequeño. Con él aprendió muchas cosas mientras jugaban en el bosque.
Pasó el verano y llegó el tan temido invierto. Al despertar una mañana, Bambi
descubrió que todo el bosque estaba cubierto de nieve. Era muy divertido tratar
de andar sobre ella. Pero también descubrió que el invierno era muy triste,
pues apenas había comida.
Cierto día vio cómo corría un
grupo de ciervos mayores. Se quedó admirado al ver al que iba delante de todos.
Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran Príncipe del Bosque.
Aquel día la mamá de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el ambiente tratando
de descubrir qué ocurría. De pronto, oyó un disparo y dijo a Bambi que corriera
sin parar. Bambi corrió y corrió hasta lo más espeso del bosque. Cuando se
volvió para buscar a su mamá vio que ya no venía. El pobre Bambi lloró mucho.
- Debes ser valiente porque tu
mamá no volverá. Vamos, sígueme -le dijo el Gran Príncipe del Bosque.
Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día, mientras bebía agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detrás de él. Era bella y ágil y pronto se hicieron amigos.
Una mañana, Bambi se despertó asustado. Desde lo alto de la montaña vio
un campamento de cazadores. Corrió haciá allá y encontró a su amiga rodeada de
perros. Bambi le ayudó a escapar y ya no se separaron más.
Cuando llegó la primavera, Falina, que así
se llamaba la cierva, tuvo dos crías. Eran los hijos de Bambi que, con el
tiempo, llegó a ser el Gran Príncipe del Bosque.
FIN
El patito feo
En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la mamá Pata empezaban a romperse, uno a uno.
Los patitos fueron saliendo poquito a poco, llenando de felicidad a los papás y a sus amigos. Estaban tan contentos que casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún permanecía intacto.
Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en el huevo, a ver cuando se rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo empezó a moverse, y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del sonriente pato. Era el más grande, y para sorpresa de todos, muy distinto de los demás. Y como era diferente, todos empezaron a llamarle el Patito Feo.
La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse cuenta de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún más feo, y tenía que soportar las burlas de todos.
Entonces, en la mañana siguiente, muy temprano, el patito decidió irse de la granja. Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja. Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que había encontrado a alguien que le quería.
Pero, al cabo de algunos días, él se dio cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo en un segundo plato.
El patito salió corriendo como pudo de allí.
El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada de la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el patito empezó a animarse otra vez.
Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como verdaderas bailarinas, por el agua.
El patito, aún acomplejado por la figura y la torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también en el estanque. Y uno de los cisnes le contestó:
- Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.
Y le dijo el patito:
- ¿Cómo que soy uno de los vuestros? Yo soy feo y torpe, todo lo contrario de vosotros.
Y ellos le dijeron:
- Entonces, mira tú reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te engañamos.
El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para siempre.
FIN
Cuentos
Matu, el pequeño elefante
Matu es un elefante pequeño. Matu vive en África. Matu quiere mucho a su mama y a su papa.
Un dia, matu ve a una mariposa presiosa. Matu y la mariposa quieren jugar juntos.
Matu corretea detrás de la mariposa, cada vez más y más lejos. De pronto matu se da cuenta de que se ha perdido.
-¿Dónde están papa y mama?, piensa el pequeño elefante. Se siente muy triste sin su papa y sin su mama, y llora.
-¡No llores más!- le dice la mariposa-conozco el camino de vuelta.
Matu y la mariposa emprenden el camino de vuelta que le llevara hasta mama y papa.
Muy pronto están de nuevo con papa y mama.
Matu, mama y papa están muy contentos juntos de nuevo.
El pequeño elefante ha aprendido algo muy importante: tener cuidado y no alejarse de papa y de mama para no perderse.
FIN
El país
de las galletas
(Cuento inventado por Maria López Obel.)
En un país lejano, llamado “el país de las galletas”, vivían alegres y felices todas las galletitas del mundo. Cada una pertenecía a una familia diferente. ¡Había muchas familias!, estaban la familia de las galletas de chocolate, la familia de las galletas sin azúcar, la familia de las galletas María, y así hasta un sinfín de familias de galletas. Como en todos los países, había un Rey y una Reina; el Rey Marbú y la Reina Dorada.
Todo era paz, tranquilidad, alegría, diversión... Bueno, todo no. Resulta, que no muy lejos del país había en un enorme y espeluznante castillo, en el que vivía un monstruo; un monstruo feo, un monstruo malvado, un monstruo que daba mucho miedo… ¡era el monstruo de las galletas! El monstruo de las galletas era muy conocido y muy temido entre las galletitas, ya que cada vez que a él se le antojaba, iba hacia el país de las galletas para comérselas a todas.
-¡Ummm! ¡Qué ricas galletitaaaas!- decía el monstruo de las galletas, mientras iba detrás de ellas.
-¡Deprisa, deprisa! ¡Corred, corred!-, gritaban las galletitas mientras salían corriendo hacia sus casas para refugiarse.
Y esto acababa con la paz, tranquilidad, alegría y diversión que se vivía en el país.
Entonces, fue cuando el Rey Marbú y la Reina Dorada tuvieron que buscar una solución para que el monstruo de las galletas no se acercara más por allí. Intentaron de todo; le mandaron una carta, lo llamaron por teléfono…pero nada daba resultado. Los Reyes ya no sabían qué hacer, estaban desesperados.
Hasta que un día, la familia de las galletas de chocolate, tuvieron una idea estupenda y reunieron a todas las familias de las galletas en la plaza del país.
-¡Queridas galletas!, mi familia y yo, creemos tener la solución ante esta terrible situación.- dijo uno de los miembros de la familia de las galletas de chocolate.
-Bueno, cuéntanos ¿de qué se trata?- dijo el Rey Marbú.
- Hemos pensado, que como en nuestra casa tenemos un gran cargamento de chocolate, vamos a ir al castillo del malvado monstruo de las galletas y le dispararemos chocolate en toda la puerta, hasta que quede completamente pegada y así no pueda salir nunca más de allí-comentó.
-¡Uy!, nunca lo habría pensado.-
-¡Que buena idea!-
-Pero, ¿dará resultado?-
-¡Se derretirá el chocolate!-
(Murmuraban las galletitas.)
Entonces, el Rey y la Reina se miraron, lo pensaron y dijeron:
-¡Bueno, vamos a intentarlo! Empezaremos a preparar todo lo que nos haga falta ya mismo. Mañana por la noche iremos para allá y lo intentaremos. ¿Estáis todos de acuerdo?
-¡Siiiii!- dijeron las galletitas.
Pues llego el momento de irse. Algunas galletitas estaban asustadas pero otras estaban muy seguras de que conseguirían dejar encerrado para siempre al malvado monstruo de las galletas.
Llegaron al castillo muy despacito y sin hacer ningún ruido para que el monstruo no se despertara. Se acercaron a la puerta y el Rey dijo:
-¡A la de una… ala de dos… a la de tres!-
Todos dispararon a la vez hacia la puerta, cubriéndola entera de chocolate. Esperaron un poquito por si el chocolate se derretía pero hacia frio y no hizo falta volver a disparar más chocolate. ¡Las galletitas habían conseguido su propósito!
Todas volvieron felices. Ya nunca más les volvería a visitar ese horrible y malvado monstruo.
-¡Bien, bien, lo hemos conseguido!- gritaban todas de alegría.
Y así fue como el país de las galletas volvió a ser un país con paz, tranquilidad, alegría y diversión.
¡y colorin, colorado, las galletitas se han marchado!
FIN
LA SIRENITA ESPUMITA
LA SIRENITA ESPUMITA
Hace muchos, mucho tiempo vivía en los más profundo del mar una sirenita llamada Espumita, la cual estaba enamora de un caballito de mar llamado Baltasar. Allí vivían todos los animales del mar muy felices y contentos, a menudo solían hacer grandes fiestas y todo era paz y alegría entre ellos.
Pero un día en el que todos bailaban y jugaban, aprecio de repente un malvado pulpo gigante, el cual comenzó a perseguir a todos los habitantes del lugar y estos corrieron con miedo y se escondieron del malvado pulpo hasta que este se fue.
El valiente caballito al ver el pánico que todos los habitantes tenían, incluida Espumita se armo de valor y convoco a tus los habitantes del mar para formar un ejército y así poder acabar con el pulpo malvado. Y así sucedió todos se pusieron de acuerdo y al día siguiente todos juntos con Baltasar como jefe del grupo fueron en busca el malvado pulpo.
El pulpo se había instalado el un viejo galeón hundido acompañado de cangrejos y peces espadas , el caballito de mar junto con todo su ejército se adentro lentamente en el galeón , pero de repente fueron sorprendidos por los cangrejos , los peces espadas y el malvado pulpo , y así comenzó una batalla .
Todo parecía ir bien para el caballito de mar y su ejército , pero de repente cayó en una trampa que el pulpo había preparado , al pedir a su jefe todos los animales huyeron , Espumita intento agarra a Baltasar pero se le escapo de entre las manos y esta fue la última vez que Espumita vio a su amado Baltasar.
Así fueron pasando los días y Espumita no sabía lo que hacer para salvar al caballito de mar y se pasaba los días llorando y llorando porque creía que nunca más volvería a verlo. Pero un día que Espumita se encontraba sola llorando sobre una piedra apareció una enorme y hermosa ballena blanca, esta al ver a Espumita llorando se acerco y le pregunto:
-Que te pasa sirenita, porque estas tan triste y sola aquí sentada. (Ballena).
-Es una larga historia dijo, Espumita.
-Cuéntamela puede que así te pueda ayudar. (Ballena).
Espumita comenzó a contarle todo lo que había pasado y la ballena muy atenta y apenada por su triste historia le dijo:
-No te preocupes Espumita, yo te ayudare a salvar al caballito de mar.
-Graciasss, ballenita, dijo Espumita muy contenta y alegre.
Y así se pusieron en marcha hacia el galeón abandonado, una vez allí la ballena y espumita comenzaron a buscar al caballito de mar, pero aparecido el pulpo malvado y la ballena comenzó a luchar con él, mientras Espumita intentaba sacar a Baltasar.
El pulpo era muy fuerte pero la ballena era más lista y comenzó a nadar alrededor del galeón haciendo que el pulpo enredara sus tentáculos a los palos del barco derrotando así al malvado pulpo ,este al verse indefenso comenzó a tira de sus tentáculos hasta que partió el barco liberando así al caballito de mar .Este al ver a Espumita se alegro muchos y juntos corrieron a buscar a la ballena blanca , la cual estaba muy contenta por haber derrotando al pulpo y así juntos volvieron a casas . Y vivieron felices y comieron perdices.
FIN
Mimí
Había una vez una
mariposa llamada Mimí, que vivía en un bosque muy hermoso, con árboles grandes
y verdes, flores rojas y amarillas, donde siempre brilla un sol resplandeciente
y el cielo es azul.
En el bosque viven
muchos animales: leones, tigres, jirafas, pajarillos, conejos, etc. Eran todos
muy amigos y se querían y ayudaban menos Mimí, que era una mariposa muy
solitaria que nunca salía de su casa del árbol.
Vivía con su abuela,
a la que cuidaba con mucho cariño y mimo y la abuela a ella también. Le hacía
galletitas de chocolate que le gustaban mucho, bufandas para el invierno,
calcetines, etc.
Un día la abuela tuvo
que irse de viaje y ella se quedó sola así que no tuvo más remedio que salir de
su casa en el árbol y cuando salió se quedó asombrada de lo bello que era el
mundo, lleno de colores, de olores, de sonidos preciosos y pensó: - ¿Por qué no
habría salido yo antes?
A esto que en ese
momento pasó por su lado una abejita llamada Kika y la miró y le preguntó:
-Hola, ¿quién eres?
- Hola me llamo Mimí
y vivo ahí arriba. Respondió la mariposa.
- Pues nunca te había
visto por aquí, y mira que yo siempre vengo a jugar aquí que hay muchas flores
donde esconderse. Dijo la abeja.
- Es que hacía
muchísimo tiempo que no salía de mi casa.
¿Por qué? - Le
preguntó la abeja.
- Porque no tenía
amigos con quién jugar.
- Pero si no sales
nunca, ¿cómo los vas a tener?. Mira hoy que has salido ya te has encontrado a
una amiga, y si sales más encontrarás a más y así ya no estarás sola.
- Pues sí, todo este
tiempo me he perdido de disfrutar un mundo maravilloso, lleno de cosas bonitas
y de amigas como tú.
De repente se
empezaron a escuchar unos ruidos a lo lejos, y
poco a poco se iban escuchando más cerca y cada vez más cerca, y las dos
amigas cada vez estaban más asustadas y con mucho miedo hasta que de los
arbustos salió Lulú, - ¡¡Hola kika, por fin te encuentro!!- Dijo la hormiga.
- ¿Para qué me
buscabas?- Respondió kika.
- Para ir a la fiesta,
¿se te había olvidado?
- ¡¡Sí!!
- Pues vamos, ¿a qué
esperas?
- ¿Quieres venir?- Le
preguntó kika a Mimí.
- Si, me gustaría
mucho, que no he estado en ninguna.- Respondió Mimí.
- ¿Quién es ella?-
Preguntó Lulú.
- Se llama Mimí y es mi amiga y ahora también
es amiga tuya, así que vamos a la fiesta que se nos hace tarde.
Llegaron a la fiesta
y se lo pasaron pipa, jugaron, cantaron, bailaron, etc. Mimí hizo muchos amigos
y siempre estaba rodeada de ellos, nunca más se quedó en casa y su abuela
estaba muy contenta de verla tan feliz. Y con estas alegrías seguiremos otro
día.
FIN
La tortuga
Anastasia
Había una vez una tortuga llamada Anastasia que vivía en una
casita al lado de un lago.
Todos los días, ella se asomaba a su ventana y veía que todos
los animales que pasaban por allí podían cruzar el lago pero ella sabía que no
podía atravesarlo porque no sabía nadar.
Un buen día, en vez de mirar por la ventana, Anastasia decidió
salir y colocarse a la orilla del lago para observar de cerca como nadaban los
animales.
Vio a un conejo atravesar el lago, luego a un oso, a un lince y
de repente vio que se acercaba una tortuga, la paró y le preguntó:
-¿Tu como sabes nadar?
-Yo sé porque mi mama me enseño, respondió la otra tortuga que
se llamaba Manuela.
-¡Qué suerte!, yo no he tenido quien me enseñe y no puedo cruzar
el lago, dijo muy triste Anastasia.
-¿Nunca has salido de aquí?, le preguntó Manuela
-No, porque no sé nadar.
-Pues no te preocupes mas, porque yo te enseñaré a nadar para
que puedas atravesar el lago y venirte conmigo de viaje, dijo con mucha alegría
Manuela.
Manuela venia todos los días al lago para enseñar a Anastasia a
nadar. Pasaron los días y por fin Anastasia aprendió a nadar y las dos juntas
cruzaron el lago, rumbo a otro lugar.
Cuando Anastasia se vio en el otro extremo del lago se puso muy
contenta y dándole las gracias a su amiga Manuela se emociono.
-No llores dijo Manuela.
-No te preocupes Manuela que estoy llorando de felicidad porque
gracias a ti he aprendido a nadar y he cruzado el río.
Las dos juntas se fueron a recorrer mundo y un buen día
conocieron a dos tortugas que se llamaban Tino y Pino; eran hermanos y las dos
se enamoraron de ellos.
Pasado los años se casaron y se fueron a vivir a la casa que
Anastasia tenía en el lago y allí vivieron felices y comieron perdices.
FIN
El hada
y
la sombra
Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago.
Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle.
Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.
El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó.
Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje.
El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed.
Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra.
No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final.
Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y eso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro". Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela.
Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...
La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro.
Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.
FIN
OTROS CUENTOS
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